viernes, 28 de noviembre de 2014

LA OTRA



Soy la otra, no sé cómo pasó, tampoco sé si podía evitarlo… o quería.
No es como que te levantes una mañana y veas un cartel en tu frente, pero cuando te das cuenta, algo así se siente. Y bueno ¿Qué hacer? disfrutar o morir de pena, o de pene más bien dicho, porque siendo sinceras la mejor parte de esto y por la que nace este título es por eso. Eres “la otra” pues, la que se lleva la abundancia de sexo en esa seudo- relación, donde no te puedes quejar de nada a menos que sea de placer en la cama, pero donde te llevas bastante carne a tu plato.

No soy maraca, creo.
Es que uno se cuestiona hartas cosas estando en esta situación, pero fuera de las conclusiones que saque, malas o buenas, no sé si quiero dejarlo. En realidad no, no quiero. Me gusta ser la otra.
Me gusta que un galán de metro 80 acuda a mí una noche de viernes para lanzarnos a la aventura corporal y que entre sudor, mordidas y gemidos, hagamos nuestro humilde aporte al Kamasutra.
Pucha me tocó ser la otra o lo elegí, como quieran verlo. Llegue tarde donde mi hombre, ya estaba ocupado parece pero, ¿qué iba a  hacer? ¿Dejarlo pasar por ahí mientras imaginaba nuestras noches calientes en mi cabeza? ¿Así nada más? No, eso no es para mí.
Yo quería tenerlo y así es: araño y chupo todo lo que quiero. Bueno, al menos los viernes por las noches, traía letra chica el asunto, pero ya está.
Me  maquillo perfecta como todos los viernes, tacones y medias listas, aros puestos y mi perfume nuevo huele exquisito. La hora, el bar de siempre y empezamos nuestro jueguito.
Nos divertimos bastante. Salimos, brindamos y bebemos por la  jornada de buen sexo que se viene, nos miramos fijo, él me desafía constantemente, espero la señal y me lanzo con todo lo que tengo. Nos acostamos con ansias envueltos en un sinfín de risas, nos lamemos, gritamos y perdemos el juicio.
Quizás entre todo este enredo salga algo bueno y si no, bueno, yo invito los orgasmos. Ya está servido.
A veces me arrepiento, es verdad, pienso una y otra vez mientras miro mis sabanas y repaso lo que acaba de pasar, quedo cabizbaja y pienso: “!¿porqué no lo mordí un poco más?!”

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