
Eran pasado las 3 de la tarde, el calor invadía cada habitación de la sureña casa, mientras Pamela suspiraba mirando al techo:
La voz firme y demandante de su padre se hacía imponer en tan solo 5 palabras.
-¡En el cajón! - gritó Pamela en respuesta.
-No está ahí, por eso pregunté - respondió nuevamente su padre, esta vez con tono más fuerte.
Respiraba agitada en la búsqueda, mientras su hermana menor sollozaba diciendo; "¡no aparece, no la encuentro!".
-Tranquila, va a aparecer. ¿Dónde fue la última vez que la viste?
-En la cajonera blanca de la cocina, como siempre - replicó la menor.
-Entonces debe estar ahí - dijo Pamela con tomo seguro y se dispuso a barrer cada esquina de aquella cajonera.
-Debe aparecer, debe aparecer... - Murmuraba al examinar atentamente los artículos que iba encontrando.
-¿Dónde está? - reclamó la voz paterna con una molestia reflejada en cada arruga de su rostro.
La menor tartamudeó, puso las manos sobre su rostro y echó a llorar mientras balbuceaba: "No la encontramos".
Pamela al escuchar a su hermana frunció el ceño, se paró firme frente a la figura masculina y dijo: "No la encontramos y ya buscamos todo".
Quizás tú la tienes en tu taller - agregó luego de tragar suficiente saliva.
Su padre la miró fijamente, soltó un resoplido y dio media vuelta. Zancada tras zancada se alejó furibundo, regresando a sus labores de media tarde.
Pamela desarmó su postura y soltó un suspiro profundo. Habían zafado esta vez.

No hay comentarios:
Publicar un comentario