Era
viernes y ahí estaba yo, en un bar cualquiera con un vaso medio vacío.
Ellos
estaban en la mesa de al lado. Hacía un rato los había observado sentarse
tímidamente; daba la impresión de que era la primera vez que se veían. Él mecía
su pierna por debajo de la mesa con energía, ella no paraba de tamborilear sus
dedos.
Él
se levantó y regresó con 2 cervezas, mientras ella hacía dobleces al papel que
estaba sobre la mesa.
Conversaban
de distintos temas y reían; llevaban un ritmo un tanto acelerado. Luego notaron
las luces del lugar y comenzaron a jugar: mientras las luces cambiaban de color
también lo hacia su conversación:
Luz
roja: Tengo rabia, ¡odio todo! -decía ella y reía.
Luz
azul: Me siento mal, tengo frío- le respondía él actuando.
Luz
verde: Vengo en paz, soy de Marte –replicó.
Y
así iban jugando con los temas, las luces y sus risas. Tenían un ritmo bastante
extraño para hablar, y mientras conversaban bebían, se miraban, reían, se
ponían serios, se levantaban al baño y se ponían alegres de nuevo.
Miraba
al resto de la gente, pero por alguna razón no podía poner mi atención en nadie
más que ellos, supongo que porque estaban cerca y podía oír claramente lo que
decían.
No
solo hablaban de los amigos, del trabajo, el trago, los mismos temas de
siempre.
También
nombraban dolores, paseos, animales, A él daba risa lo curioso que era que un
lagarto corriera sobre el agua y se llamara "Jesucristo". A ella le
resultaba muy gracioso lo ridículo que sonaba el nombre "pelotero"
para un escarabajo.
Quizás
no era la gran conversación pero, me tenían metida con su dinámica. De pronto
comenzaron a hablar un poco más alto y se escuchó:
-Quiero
preguntarte algo - dijo ella.
-
Dale
-¡Pero
veeen! - ella nuevamente.
Él
se acercó con su silla y ella pasando por sobre la pequeña mesa que los
separaba le dijo al oído:
-Quiero
un beso tuyo...ahora.
-Eso
no es una pregunta ¡es una orden! - dijo él.
-
Bueno da lo mismo. Sí, no debería haberlo dicho, sé que era un no - agregó ella
alejándose y con tono un poco triste.
-
¿Cómo sabes? - preguntó él sonriendo ligeramente.
-
Porque si no ya lo estarías haciendo - replicó ella un poco molesta.
Él
se abalanzó sobre ella pasando por encima de todo y la besó con gran ímpetu.
Estuvieron así por largo rato.
¡Fue
un muy buen beso! - dijo él sonriendo, mientras ella nerviosa, sonreía también.
Yo
miraba muy asombrada y toda copuchenta a estas alturas, como si estuviera en la
mejor parte de una película comiendo palomitas.
Se
levantaron y salieron del bar entre risas y miradas cómplices erráticas.
Quedé
mirando fijamente, como en un trance hipnótico, la figura de papel que quedó
sobre la mesa.
-¿Eso
es suyo? me interrumpió la mesera indicando la figura.
-Sí
- dije. Y la guardé en mi bolsillo con cuidado.
La
señorita comenzó a limpiar la pequeña mesa donde había estado la singular
pareja.
-¿Va
a querer algo más? - me consultó.
-¡Sí!
- dije con entusiasmo, otra botella por favor.
Y
ahí quedé yo, con mi vaso medio lleno, pensando que a veces la vida nos da la
oportunidad de presenciar momentos cargados de gracia y locura como el que
acababa de ver, y de pasadita nos hace un guiño coquetón.
Edición de Yohana Benavides
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