jueves, 11 de agosto de 2016

VIERNES



Era viernes y ahí estaba yo, en un bar cualquiera con un vaso medio vacío.
Ellos estaban en la mesa de al lado. Hacía un rato los había observado sentarse tímidamente; daba la impresión de que era la primera vez que se veían. Él mecía su pierna por debajo de la mesa con energía, ella no paraba de tamborilear sus dedos.
Él se levantó y regresó con 2 cervezas, mientras ella hacía dobleces al papel que estaba sobre la mesa.
Conversaban de distintos temas y reían; llevaban un ritmo un tanto acelerado. Luego notaron las luces del lugar y comenzaron a jugar: mientras las luces cambiaban de color también lo hacia su conversación:

Luz roja: Tengo rabia, ¡odio todo! -decía ella y reía.
Luz azul: Me siento mal, tengo frío- le respondía él actuando.
Luz verde: Vengo en paz, soy de Marte –replicó.

Y así iban jugando con los temas, las luces y sus risas. Tenían un ritmo bastante extraño para hablar, y mientras conversaban bebían, se miraban, reían, se ponían serios, se levantaban al baño y se ponían alegres de nuevo.
Miraba al resto de la gente, pero por alguna razón no podía poner mi atención en nadie más que ellos, supongo que porque estaban cerca y podía oír claramente lo que decían.
No solo hablaban de los amigos, del trabajo, el trago, los mismos temas de siempre.
También nombraban dolores, paseos, animales, A él daba risa lo curioso que era que un lagarto corriera sobre el agua y se llamara "Jesucristo". A ella le resultaba muy gracioso lo ridículo que sonaba el nombre "pelotero" para un escarabajo.

Quizás no era la gran conversación pero, me tenían metida con su dinámica. De pronto comenzaron a hablar un poco más alto y se escuchó:

-Quiero preguntarte algo - dijo ella.
- Dale
-¡Pero veeen! - ella nuevamente.

Él se acercó con su silla y ella pasando por sobre la pequeña mesa que los separaba le dijo al oído:

-Quiero un beso tuyo...ahora.
-Eso no es una pregunta ¡es una orden! - dijo él.
- Bueno da lo mismo. Sí, no debería haberlo dicho, sé que era un no - agregó ella alejándose y con tono un poco triste.
- ¿Cómo sabes? - preguntó él sonriendo ligeramente.
- Porque si no ya lo estarías haciendo - replicó ella un poco molesta.

Él se abalanzó sobre ella pasando por encima de todo y la besó con gran ímpetu. Estuvieron así por largo rato.

¡Fue un muy buen beso! - dijo él sonriendo, mientras ella nerviosa, sonreía también.

Yo miraba muy asombrada y toda copuchenta a estas alturas, como si estuviera en la mejor parte de una película comiendo palomitas.

Se levantaron y salieron del bar entre risas y miradas cómplices erráticas.

Quedé mirando fijamente, como en un trance hipnótico, la figura de papel que quedó sobre la mesa.

-¿Eso es suyo? me interrumpió la mesera indicando la figura.
-Sí - dije. Y la guardé en mi bolsillo con cuidado.
La señorita comenzó a limpiar la pequeña mesa donde había estado la singular pareja.
-¿Va a querer algo más? - me consultó.
-¡Sí! - dije con entusiasmo, otra botella por favor.

Y ahí quedé yo, con mi vaso medio lleno, pensando que a veces la vida nos da la oportunidad de presenciar momentos cargados de gracia y locura como el que acababa de ver, y de pasadita nos hace un guiño coquetón.


 Edición de Yohana Benavides

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